martes, 28 de diciembre de 2010

Roma o de cómo se formó un Imperio

Siempre me ha interesado la historia y especialmente aquélla relacionada con los antiguos griegos y romanos. Probablemente sea por la similitud existente entre la historia y los romances, cuánto más tiempo pasa, la perspectiva con la que se mira se vuelve cada vez más confusa lo que hace que se idealicen, olvidando defectos y sobredimensionando virtudes.


O tal vez sea porque por éste efecto encumbrizador mi imágen de los padres de la cultura occidental esté profundamente ligada al honor, el respeto y la intelectualidad, aspectos que me parecen fundamentales y prácticamente inexistentes en el mundo post - moderno en el que vivimos.

En fin, sea por lo que fuere hace un tiempo comencé a ver Roma, serie que fue emitida hace un tiempo por Cuatro y cuyo final fue demasiado precipitado. Sólo se grabaron dos temporadas de las tres proyectadas por un incendio que acabó con los decorados de Cinecittá.

La verdad es que sólo tengo palabras de admiración ante esta obra maestra de los seriales televisivos. Decorados brutales, personajes históricos muy bien caracterizados y otros de nuevo cuño (al menos eso creo) que hacen que la serie se desarrolle con una continuidad propia del río que recorre sus meandros intentando no desembocar nunca en el mar.

Además, por si esto no fuera poco, las licencias históricas no son sangrantes lo cual la dota de un envoltorio de clase de historia muy interesante que habla de estrategias tanto militares como civiles con el fin unas veces de ostentar el poder y otras simplemente de sobrevivir.

Una obra magistral que en uno de sus capítulos define perfectamente el sino humano: si ganamos, seremos héroes, si nos vencen, seremos traidores.