Logroño, 11 de Junio del año 1512 de la cristiandad, así comienza el manuscrito que hoy he encontrado en las ruinas de la muralla logroñesa, donde hasta hace menos de dos meses se levantaba orgulloso el frontón que tantos partidos ha visto denominado
del Revellín.

Sin haber podido leer ni la cuarta parte del mismo, en él, el que era regidor por aquél entonces de la villa, un tal Vélez de Guevara, realiza la crónica de aquél asedio que sufrió nuestra querida capital berona por parte del ejército francés, capitaneado por
Asparrot, en el año en que Miguel Ángel terminó de pintar la Capilla Sixtina.
Aquí va su apéndice, 497 cosechas después.
Logroño, 11 de Junio del año 2009 de la post-modernidad
Ser logroñés es algo que se empieza a sentir cuando casi antes de decir
mamá o
papá te ves, sentado sobre los adoquines de la Glorieta del Doctor Zubía
avisando a
Gorgorito, el Pinocchio de
Maese Villarejo,
de que la malvada bruja está detrás de él en el escenario, cuando asistes al acto en el que los
Hermanos Urdiales destilan con sus
pinreles el primer mosto en la plaza del Espolón en las fiestas mateas, cuando ves a Titin III (siempre Titin III) rematar al choco con su volea caracolera coronándose así con ese último punto en el que van las ilusiones de 300.000 riojanos con la txapela del
cuatro y medio pero sobre todo cuando un día como hoy, asistes a la degustación del
pan y el pez, ese manjar que sirvió de sustento a los logroñeses durante el sitio francés.

Pero ser logroñés significa algo más que todas estas anécdotas.
Significa sentirse libre a la hora de acordarse de aquella milicia berona que defendió las tres puertas de la ciudad,
Erbentia,
Cuatro Cantones y
Revellín, de aquéllos que querían someterlos bajo el yugo opresor francés. Curiosamente, en los lugares donde estaban estas puertas, hoy se ha vuelto a producir, como se lleva haciendo desde 1513 los
banderazos que simbolizan nada más y nada menos, el sentimiento de esta ciudad a orillas del Ebro.
Significa ser un enamorado de la buena vida, de los buenos amigos (como la persona que esta mañana me ha acompañado en el Rally de las tradiciones), de la buena conversación y de compartir con toda la gente que no ha tenido la suerte de nacer en esta ciudad, sus virtudes y su ritmo de vida.

Si ya lo pone en nuestro escudo, 'muy noble y muy leal, ciudad de Logroño'.