
Personalmente, la duda es el final de todo.
de la jota al chotis
Sin haber podido leer ni la cuarta parte del mismo, en él, el que era regidor por aquél entonces de la villa, un tal Vélez de Guevara, realiza la crónica de aquél asedio que sufrió nuestra querida capital berona por parte del ejército francés, capitaneado por Asparrot, en el año en que Miguel Ángel terminó de pintar la Capilla Sixtina.
Ser logroñés es algo que se empieza a sentir cuando casi antes de decir mamá o papá te ves, sentado sobre los adoquines de la Glorieta del Doctor Zubía avisando a Gorgorito, el Pinocchio de Maese Villarejo, de que la malvada bruja está detrás de él en el escenario, cuando asistes al acto en el que los Hermanos Urdiales destilan con sus pinreles el primer mosto en la plaza del Espolón en las fiestas mateas, cuando ves a Titin III (siempre Titin III) rematar al choco con su volea caracolera coronándose así con ese último punto en el que van las ilusiones de 300.000 riojanos con la txapela del cuatro y medio pero sobre todo cuando un día como hoy, asistes a la degustación del pan y el pez, ese manjar que sirvió de sustento a los logroñeses durante el sitio francés.
Pero ser logroñés significa algo más que todas estas anécdotas.
Que el fin del mundo nos pille bailando